Sinceramente creo que toda esta ceremonia no tiene sentido, nos
vestimos con togas y juntamos alrededor de un escenario escuchando a nuestros
profesores hablarnos de lo importante que es este paso en nuestra vida, quizás
solo no termino de entenderla.
Estamos sentados en sillas colocadas de manera conjunta formando
varias filas, allí estaban todos, desde mis compañeros de curso hasta chicos
que jamás había visto. Algunos lloraban y otros reían, el ambiente estaba lleno
de felicidad. No importaba si nos conocíamos, si habíamos pasado malos ratos o
si estábamos tristes por no volver a vernos, de alguna forma en este momento
todos éramos iguales.
Y yo también, por más que no lo comprendiera, formaba parte de ese
grupo y no quería estropear este ambiente. O quizás simplemente la felicidad es
contagiosa y todos aquí fuimos infectados por ella.
Un profesor se puso en el pupitre y nos dedicó unas palabras, nos
felicitaba por haber acabado el colegio, demostraba su orgullo por nuestros
resultados, recordaba las lecciones que habíamos aprendido y por último dijo “A
partir de ahora salen al mundo, un mundo donde deberán demostrar todo lo que
aprendieron aquí, pero tengo fe que lo lograran”.
Empezaron nombrando uno por uno a los estudiantes, estos se
dirigían al escenario y los principales profesores se turnaban para entregarle
un diploma como representación de que habían concluido el ciclo educativo, a mi
mente venían los recuerdos cuando ese mismo profesor, el que antes nos dedicó
unas palabras, en clase nos decía “No existe papel ni número que prueben sus
conocimientos chicos, y mucho menos sus aptitudes. Aprendan a demostrar lo que
saben con sus acciones” no sé por qué, quizás atesore esas enseñanzas porque
estaba de acuerdo.
“Catalina Badi”
Al escuchar mi nombre volví a la realidad, me tomo un rato
levantarme y dirigirme al escenario. Camine lentamente y subí una escalinata,
el diploma me lo entrego un profesor que no conocía, una vez extendí las manos para
agarrarlo, él se me acercó y me dedico unas palabras “Hoy se te abren las
puertas del mundo”. Luego de eso volví por mis pasos y el resto de la ceremonia
pasó bastante rápido.
Al finalizar las entregas los profesores se despidieron
deseándonos buena suerte y nos permitieron movernos con libertad por el lugar. Todos
empezaron a circular, se juntaban y hablaban entre ellos, se sacaban fotos y
todos estaban de buen humor.
Yo me uní a mis compañeros, parecíamos conocernos de toda la vida,
aunque en la realidad con algunos quizás nunca habíamos hablado, estábamos
emocionados y contentos de haber concluido este viaje.
Escuche que me llamaban a lo lejos, eran mis padres que vinieron a
ver la ceremonia, prácticamente lo había olvidado, me voltee hacia el final de
la sala donde se encontraba el público para localizarlos y los divisé fácilmente.
Me dirigí a ellos con el fin de abrazarlos y festejar, sin embargo, en el
camino roce mi codo con un chico bastante más grande que yo.
Al voltearme para pedirle disculpas, sin interrumpir mi recorrido,
me percaté de que era Marcos, un compañero de mi curso, su pelo largo, lacio y
oscuro tirado hacia atrás y su buena estructura física lo delataban, sin
embargo no fue eso lo que hizo detener mi carrera, sino su cara. Se encontraba serio,
como si él no formara parte de esta alegría, y se dirigía tranquilamente hacia
un hombre un poco mayor a él pero en mucho mejor estado físico, quizás su
hermano, que el llegar lo felicito dándole palmadas en la espalda. Decidí no
darle más importancia y solo continúe mi camino.
Al llegar a mis padres les di un fuerte abrazo, sus caras
expresaban felicidad y mi madre no podía aguantarse las lágrimas, me besaron y
felicitaron múltiples veces, claramente estaban orgullosos. Mi padre me
pregunto qué quería hacer, a lo que respondí “La verdad no tenía nada planeado,
simplemente me gustaría volver a casa”. Las caras de mis padres reflejaron extrañeza,
pero decidieron simplemente hacerme caso y no cuestionar.
Por lo que nos dirigimos hacia la salida del salón, salude a
las caras conocidas que iba encontrando en el camino, y justo enfrente de la
puerta me sorprendió escuchar a una chica llamándome desde detrás, al darme
vuelta me encontré con una pequeña vestida de bata con el cabello oscuro
increíblemente largo (le llegaba hasta las rodillas) y de muy corta estatura
(como mucho 145 cm). Jamás la había visto ni escuchado antes, por un momento
pensé que era una familiar, pero la bata me indicaba que era una estudiante de
mi colegio.
“Hola, disculpa ¿podrías darme tu número de teléfono?” Dijo
tímidamente, “Quiero guardar los contactos de todos para mantenernos
comunicados”. La situación me extraño sobremanera, pero accedí y le pase mi
número, nada malo podría pasar.
Una vez salimos del salón, nos dirigimos a la calle y
subimos en el auto familiar. Mi padre reiteró la pregunta “¿Estás segura de que
no quieres hacer nada?”, y yo repetí mi respuesta. Él puso en marcha el
vehículo y nos dirigimos a casa.
Por el camino mis padres recordaban anécdotas durante mis
estudios, una conversación plagada de “Recuerdas esa vez que…”, “Que habrá sido
de…” y “Nunca nos contaste que…”. Yo escuchaba, me reía, asentía y añadía a la
conversación cuando fuera necesario. Y ahora estoy en cama recordando todo lo
que ocurrió hoy, porque todavía no logro entenderlo.
Luego de seis años de estudios en diferentes ramas obtenemos
un título con el cual meternos a otro lugar donde estudiaremos devuelta, para
luego insertarnos en un trabajo donde nos repriman y limiten constantemente. E
incluso si eres afortunado y naciste con un don o cariño por alguna actividad,
se van a encargar de pisarte y ponerte al nivel del resto ¿Qué festejamos
exactamente?
Igual estoy ignorando el verdadero problema, el problema soy
yo, soy una chica normal, sin nada que criticar ni nada que apreciar. No tengo
deseos por practicar alguna profesión, ni siquiera tengo un hobby. No soy
especialmente atractiva, ni particularmente inteligente, ni tampoco se me da
bien socializar. Soy el término medio de todo, por eso supongo que tampoco soy
interesante. Quizás eso es lo que me falta, un interés, pero sinceramente ni
siquiera me interesa tenerlo.
Los demás no están equivocados soy yo, pero tampoco me odio
a mí misma, simplemente sigo existiendo. Supongo que decidiré una carrera al
azar, me esforzaré y seguiré en este sistema. Aun así creo que no soy la única
mal aquí, el sistema también falla, no todos los que estaban ahí merecían
estarlo, ni tampoco lo que nos enseñaron fue excesivamente importante y mucho
menos necesitaban tanto tiempo para trasmitírnoslo, pero supongo que es más
fácil cambiar yo antes que ellos.
Entre una reflexión y
otra, en un momento que no recuerdo caí dormida, y durante la noche mi celular
vibró, era un mensaje nuevo de un número desconocido.
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